Mi Dios, mi único bien. Tu eres todo para mi; sea yo todo para ti.
Dios mío, tu eres omnipotente, hazme santo.
Dios mío, gracias por lo que me dais y por lo que me quitáis; hágase vuestra voluntad.
Cúmplase la justísima, altísima y amabilísima voluntad de Dios, y eternamente sea alabada y exaltada en todas las cosas.
Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón puro.
Señor, dame la voluntad para cambiar cuando estoy equivocado. Cuando tenga razón, permite que no me afecte. Así que fortaléceme para que el poder de mi ejemplo exceda con creces la autoridad de mi rango.
Señor santo, Padre omnipotente, Dios eterno, por tu generosidad y la de tu Hijo quien por mí padeció pasión y muerte, y por la excelentísima santidad de su Madre, y por los méritos de todos los santos, concédeme a mí, pecador e indigno de cualquier beneficio tuyo, que sólo a ti ame, que siempre tenga sed de tu amor, que continuamente tenga en el corazón el beneficio de la pasión, que reconozca mi miseria, que desee ser pisado y despreciado de todos; que sólo la culpa me entristezca. Amén.
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